Cómo reconocer un buen vino.
¿Será bueno este vino?. La eterna pregunta. Hoy te contamos cuales son los principales aspectos en los que hay que fijarse para reconocer un buen vino
¿CÓMO SABER SI ESTOY ANTE UN BUEN VINO?
Muchas veces no sabemos la razón por la cual nos gusta un vino, pero es así, o nos gusta o no nos gusta, ya sea blanco, rosado o tinto. Pero que no nos guste no significa que no sea un buen vino. En realidad, aunque sí que hay una parte subjetiva, existen unos estándares bien definidos que debe de cumplir un caldo para que sea considerado un “buen” vino.
Entonces, ¿cómo reconocer un buen vino? La única forma de reconocerlo es catarlo y analizar el vino utilizando los 5 sentidos.
1.- ÉCHALE UN VISTAZO A LA COPA.
Siempre sobre un fondo blanco y una copa bien transparente podremos apreciar el color junto a los reflejos y el ribete. Estos nos darán su grado de evolución y lo más importante es que éste sea coherente con la edad del vino. Así, los blancos jóvenes empiezan con colores casi incoloros con notas verdosas hasta ambarinos y amarronados en los blancos más viejos. En los rosados, las primeras gamas son rosas claros con reflejos cerezas. Con el tiempo el vino rosado adquiere un color más frambuesa y con el paso del tiempo adquieren un color salmón. Un color naranja fuerte nos indicaría que está en mal estado. Los vinos tintos comienzan muy oscuros (morados y púrpuras) y con su paso por barrica adquieren un color granate. En los tintos envejecidos el color adquiere un tono teja.
Si un vino ha estado mal conservado mostrará un color extraño, turbio o con falta de brillo. No es una buena señal y el vino seguramente está picado.
2.- DESCUBRE SU AROMA
El olfato nos contará miles de matices de un vino. Sabemos que puede que no tengas la experiencia de un experto, así que déjate llevar por tu intuición a la hora de oler un vino. Airéalo, bastará con girar nuestra copa en forma de círculos, así lograrás diferenciar los matices de su aroma. Los aromas primarios de un vino nos hablarán de la variedad de la uva, los secundarios de la fermentación y los aromas terciarios provienen de la crianza del vino (en barrica o en la misma botella). En fin, su aroma se corresponderá al sabor que nos brindará.
Si detectamos la presencia de olores a corcho, vinagre, levadura, esmalte de uñas, huevo podrido,… no hay duda de que estamos ante un mal vino o un vino defectuoso.
3.- DEGÚSTALO
Es el momento de catar el caldo, de sentir en el paladar los sabores del vino (dulce, salado, amargo y ácido). También lo sentiremos en boca: la astringencia, la temperatura, el carbónico y la densidad. ¿Se te queda la boca seca cuando bebes un buen vino? La culpa es de los taninos procedentes de la uva o de la madera. Así, los vinos con más potencia tánina serán aquellos que maceran con las pieles y cuya crianza sea en madera.
Cuando catamos un vino, deberíamos distinguir distintas capas de aromas y matices, si no es así, estaremos ante un vino plano, un caldo que no ha evolucionado como debería.
4.- Al final todo se reduce al EQUILIBRIO
¿Y qué es el equilibrio? Se trata de la relación de cuatro elementos esenciales del vino: el dulzor, la acidez, el tanino y el alcohol, principalmente a nivel gustativo.
Y así es, un buen vino es un vino equilibrado, un vino que tenga un balance adecuado entre estos cuatro elementos, que ninguno de ellos predomine sobre otro. Es decir, cuando se encuentra una armonía entre el dulzor y la acidez, la suavidad en boca y la concentración de taninos o el frescor y la proporción de alcohol.
Al igual que el equilibrio, la longitud también juega un papel importante en un buen caldo. ¿Y qué es la longitud? Con longitud nos referimos a debe hacer permanecer en el paladar del bebedor sus virtudes y cualidades durante el máximo tiempo posible.
Sólo queda abrir una botella de vino y experimentar sensaciones. Siéntelo y vívelo. Prueba varios vinos pues la memoria es esencial en este proceso de aprendizaje.
Pero una cosa está clara, un buen vino será aquel que sea capaz de hacerte feliz.
Hasta pronto.
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